En estos días
de lluvias agradecidas, pero agresivas en ciertos lugares, somos conscientes de
la necesidad del mantenimiento de las riberas. Los arrastres de ramas y troncos
caídos con los vientos, los residuos más o menos voluminosos o la invasión del
dominio público hidráulico son problemas a los que se ven sometidos
ayuntamientos y habitantes si no se han realizado las labores oportunas. Muchos
pensarán que esto antes no sucedía y que es problema de la confederación que no
mantiene limpios los cauces. Analicemos telegráficamente la situación. Hasta
hace unos años, los ríos estaban limpios porque las gentes de los pueblos
hacían trabajos a prestación popular que conservaban las orillas despejadas.
Era algo tan habitual como la limpieza de canales o el mantenimiento de
caminos. Además, los ríos y en concreto los caminos que les iban parejos, eran
las vías de comunicación entre muchas
localidades. A esto se unía el hecho de que al estar estos sotos ribereños
despejados, los pastos y matorrales que conformaban este paisaje eran
aprovechados por los rebaños de ovejas, cabras y alguna que otra vaca.
Pero llegó la
modernización y los fondos europeos. Los caminos se dejaron de utilizar pues
era más lógico utilizar las pistas de concentración parcelaria o las
carreteras. Los rebaños fueron despareciendo y, si no lo hicieron, su manejo es
bien diferente. Y claro con la llegada de las ayudas para limpieza de caminos y
riberas, pocos vecinos han vuelto a salir a limpiar estos lugares, pues debía
hacerlo a quien pagaran por ello. Pero ahora las reglas del juego han cambiado
y tiene pinta de que no variarán en los próximos años. Ahora que no hay dinero
público para estas labores se vuelca la responsabilidad sobre las
confederaciones. Estas legalmente no están obligadas a realizar las labores de
mantenimiento de las riberas en los pueblos. Si lo han hecho ha sido de manera
voluntaria y porque había partidas presupuestarias que se podían dedicar a
ello. Con lo cual, es bueno conocer la ley y las responsabilidades derivadas de
la misma, para establecer el marco de derechos y deberes de unos y otras.
Por todo ello, hay poblaciones y vecinos que hace ya unos años se han puesto manos a la obra en la conservación de las riberas. La organización de partidas de trabajo de los habitantes del pueblo con la ayuda de voluntarios venidos de fuera, es la vía que están utilizando para solventar estas necesidades. Son pueblos activos que se ven ayudados por ONGes y asociaciones sin ánimo de lucro, que consiguen fidelizar la visita de dichos voluntarios a lo largo del año, tratándoles con un vecino a tiempo parcial. Esta manera de trabajar entra dentro de la llamada Custodia del Territorio, una herramienta de conservación en la que propietarios y entidades sin ánimo de lucro se ponen de acuerdo para gestionar de una manera consensuada y ambientalmente correcta dichas fincas. En España son más de 130 agrupaciones las que participan en estas iniciativas actuando sobre más de 500.000 Has.
Estos días
tiene lugar la Semana Europea de la
Custodia del Territorio con 22 países implicados y más de 400 actos. La
Confederación Hidrográfica del Duero
convoca varios eventos para implicar a los Ayuntamientos en estas nuevas
formas de mantenimiento de los cauces con la participación de vecinos y voluntarios.
Unos pensarán que no es el camino mientras otros lo tomarán como correcto y se
pondrán a trabajar. Para los primeros las riberas seguirán siendo un problema
que otro tiene que resolver y para los segundos será un asunto que están ya
solucionando. Cada uno debe elegir, es lo que nos permite la democracia.
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