martes, 16 de abril de 2013

Nueva columna de El ADelanto: Huertos, clorofila y ruiseñores


Tres días de sol han bastado para derramar la primavera sobre la provincia. Tres días de luz y calor que han sido recibidas con bondad en el campo.  Durante el fin de semana he encontrado gente paseando, recreándose en medio de la naturaleza, como agradeciendo este anticiclón. Los he visto por los parques de la ciudad y por los caminos de la provincia. Por mi parte, caminé por la senda de Santa Lucía, de Almenara a Juzbado, encontrándome grupos de gratificados senderistas.

La vegetación estaba soberbia, presumiendo del agua acumulada. Y ya era el momento de retomar presurosos los huertos, una vez que el suelo se ha aireado y soleado. Así me encontré a Isidro, juzbadino de 87 años que andaba cavando unos cerros para plantar patatas. Daba gusto verlo laborar por apetencia, porque como me confesó siempre le ha gustado la agricultura. Es magnífica esta época del año, cuando empezamos a mover las huertas, cuando sacamos el color oscuro de la fertilidad y el ambiente se llena del olor a tierra mojada. Nos volcamos en el ajetreo de sembrar y trasplantar, y creo ya que empezamos a saborear las lechugas y los tomates antes de que salgan.

Paseando por las atalayas de la ribera del Tormes pude disfrutar de todo un conjunto de paisajes verdeantes. Tonos claros y oscuros, intensos y suaves, pero todos verdes, henchidos de agua y luminosidad. Y es que el monte olía a clorofila, como si toda la vegetación se hubiera puesto de acuerdo para hacer la fotosíntesis a la vez. Llevado por este momento, recogí ajopuerros y collejas, cardo mariano y malvas, terminado unos sobre la sartén y otras en la ensalada. Lo que olí y vi, lo saboreé y degusté. Como decía Unamuno: Saborear el paisaje es uno de los mayores placeres de la naturaleza... ¡Qué razón llevaba!

 Y claro, en medio de este escenario las aves estaban en la gloria, mostrando todo su repertorio de trinos y reclamos.  Llegaron los primeros abejarucos, con su paleta de pintor sobre el plumaje. Se exhibieron tímidas las garzas imperiales, pasaron diligentes los avetorillos. Escuché a los arrendajos en su tono enfadado y agradecí los suaves carraspeos del carricero. Pero sin duda, el momento álgido vino desde la siringe de los ruiseñores. Se delataron, no aguantaron sus primeros cantos de sabor africano. Poco a poco, introduciendo su melodía entre pinzones y carboneros, se fueron destacando… e inauguraron verdaderamente la primavera.

Ahora todo sí que todo el campo es orégano, que en breve empezará a florecer. Como ya lo hacen las encinas y las escobas. Y en los prados todavía húmedos, se muestran las orquídeas, esos delicatesen de la flora. Sólo me queda animarles a formar parte del paisaje, bien sea cogiendo setas o paseando. Aunque por el mes en que estamos es tiempo de salir a espárragos. Porque como dice el refrán:

Los espárragos de abril pa´ mí, los de mayo pa´ mi amo ylos de junio pa´mi burro. Salud

1 comentario:

Emiliom dijo...

¡¡¡Cómo me gustan estas entradas!!! ya estoy esperando que publiques la próxima.

Saludos
Emilio M. Pedraza